Medios masivos y reformas
09/22/07 en Veracruz, Ver.- por: Ignacio Oropeza López
Estudio de la comunicación masiva ::::
09/22/07 en Veracruz, Ver.- por: Ignacio Oropeza López
Estudio de la comunicación masiva ::::
En la conferencias y textos de Bruno Latour, Paolo Fabbri, Deleuze y Guatari, durante una época se ha venido criticando lo mismo a Paul Virilio que a Armand Mattelart, así como también a algunos teóricos de la Escuela de Frankfurt y de semiótica como Julia Kristeva, que probablemente son algunos de los mejores críticos sociales de la actualidad, supuestamente por ser de izquierda y en el supuesto nombre de la objetividad de la ciencia.
Precisamente ahora que se están cumpliendo diez años de la famosa “guerra de las ciencias”, iniciada y conocida también bajo el nombre del “affaire Sokal-Bricmont”, es conveniente recordar parte de la polémica y no olvidar que todo discurso acerca de las ciencias sociales, y por consiguiente, en relación con la comunicación, tiene diferentes lecturas, con varios significados, pus no existe un discurso unívoco de valor semántico universal.
Lo anterior lo señalamos con motivo del conflicto que se ha presentado recientemente en nuestro país, con motivo de la reforma electoral, que se ha querido presentar en forma estridente como un ataque a la libertad de expresión, cuando en realidad solamente se trata de algunas modestas adecuaciones en materia de contratación de publicidad para la radio y la televisión, por parte de los partidos políticos.
Los analistas políticos se han divido, y por supuesto, quienes laboran en los grandes medios masivos han argumentado en contra de la citada reforma, otros, por el contrario, consideran que debe ponerse un tope o límite a la facilidad con que cualquier hijo de vecino puede ir a pagar mensajes a favor de tal o cual candidato, aunque muchas veces sean difamatorios.
Primero diremos que el análisis sociológico cultural marxista de los medios masivos alcanzó su máximo esplendor con los teóricos de la Escuela de Frankfurt, Horkheimer, Adorno, Benjamín, Fromm, Marcuse, mismos que fueron continuados por la Escuela de Birmingham (Williams, Stuart Hall), y en la actualidad sostenidos por ese excepcional pensador alemán Jurgen Habermas.
A partir de los avances en el estructuralismo, llevado hacia las ciencias sociales, se plantea la importancia de reconocer que lo colectivo se impone a lo individual, como la percepción individual influye en lo social, de manera consciente o inconsciente, pero que en el mundo global, las grandes empresas trasnacionales fraguan alianzas estratégicas y se apoderan gradualmente de todos los espacios simbólicos, convirtiendo al hombre en “hombre masa” unidimensional.
Podemos afirmar, sin riesgo de equivocarnos, que a la crítica de comunicación social le ha faltado un trasfondo teórico, un sustento de tipo sociológico y cultural, pues lo que ahora se debate en los medios no es sino una pugna coyuntural por hacer prevalecer determinados intereses políticos o económicos, pero de ninguna manera se ha planteado, siquiera, un nuevo tipo de propiedad, la cancelación de las concesiones o la apertura ilimitada a las grandes cadenas internacionales de la comunicación, que se disputan el mercado mexicano.
De esta manera, los mensajes no podrían ser analizados a la luz de los enfoques sociológicos (el temor a los cambios por parte de la gran burguesía), antropológicos (las costumbres de una sociedad y sus consumos de medios) psicológicos (la violencia simbólica y la real) sino a la luz de la cantidad de información emitida por la fuente, transmitida por el canal y recibida por el lector, calculada estadísticamente, dejando al margen las características sociales y personalidad del lector.
En la “guerra de las ciencias”, Sokal y Bricmont critican a los especialistas de las ciencias humanas o sociales, por la falta de rigor en el análisis de los fenómenos de la sociedad actual y por el abuso de un lenguaje que muchas veces resulta incomprensible para los demás, incluso para la izquierda, y abogan por el positivismo, por las datos numéricos, por las evidencias empíricas concretas, recuperando el viejo aunque inteligente discurso de Kart Popper.
A la luz de lo que está pasando en México, principalmente en los medios masivos, concederíamos la razón a los teóricos de la comunicación, en el sentido de que el discurso político no ha sido capaz de explicar, con suficiente claridad, que es lo que realmente pasó con la reforma electoral, misma que ya amenazan con rechazar las legislaturas estatales de varias entidades federativas, que se manifiestan por dejar las cosas como están y no hacer cambios.
Tal como lo ha señalado con toda oportunidad el columnista de Imagen “Maquiavelo”, una verdadera apertura de la comunicación en México significaría abrir las puertas de par en par y permitir de esta manera que las grandes cadenas de televisión, radio, cine, agencias de noticias y prensa, pudieran establecer aquí sus empresas filiales, lo cual seguramente permitiría más fuentes de trabajo y las alianzas de grandes empresarios, en detrimento de la chica traviesa del cuadrante, es decir, de los medios pequeños, que no tendrían otra opción más que cerrar.
También habría que pensar en que así como el Instituto Politécnico tiene su propio canal, se pudieran ampliar en el futuro cercano los medios estatales y locales en el campo de la radio y la televisión, haciendo posible que los mismos partidos políticos y algunos ayuntamientos pudieran tener sus propios órganos de comunicación, al igual que escuelas, fábricas y otros centros de trabajo como en el campo agropecuario, medios en los cuales los mensajes deben ser específicos y no genéricos, en función del auditorio al que van dirigidos.
Precisamente ahora que se están cumpliendo diez años de la famosa “guerra de las ciencias”, iniciada y conocida también bajo el nombre del “affaire Sokal-Bricmont”, es conveniente recordar parte de la polémica y no olvidar que todo discurso acerca de las ciencias sociales, y por consiguiente, en relación con la comunicación, tiene diferentes lecturas, con varios significados, pus no existe un discurso unívoco de valor semántico universal.
Lo anterior lo señalamos con motivo del conflicto que se ha presentado recientemente en nuestro país, con motivo de la reforma electoral, que se ha querido presentar en forma estridente como un ataque a la libertad de expresión, cuando en realidad solamente se trata de algunas modestas adecuaciones en materia de contratación de publicidad para la radio y la televisión, por parte de los partidos políticos.
Los analistas políticos se han divido, y por supuesto, quienes laboran en los grandes medios masivos han argumentado en contra de la citada reforma, otros, por el contrario, consideran que debe ponerse un tope o límite a la facilidad con que cualquier hijo de vecino puede ir a pagar mensajes a favor de tal o cual candidato, aunque muchas veces sean difamatorios.
Primero diremos que el análisis sociológico cultural marxista de los medios masivos alcanzó su máximo esplendor con los teóricos de la Escuela de Frankfurt, Horkheimer, Adorno, Benjamín, Fromm, Marcuse, mismos que fueron continuados por la Escuela de Birmingham (Williams, Stuart Hall), y en la actualidad sostenidos por ese excepcional pensador alemán Jurgen Habermas.
A partir de los avances en el estructuralismo, llevado hacia las ciencias sociales, se plantea la importancia de reconocer que lo colectivo se impone a lo individual, como la percepción individual influye en lo social, de manera consciente o inconsciente, pero que en el mundo global, las grandes empresas trasnacionales fraguan alianzas estratégicas y se apoderan gradualmente de todos los espacios simbólicos, convirtiendo al hombre en “hombre masa” unidimensional.
Podemos afirmar, sin riesgo de equivocarnos, que a la crítica de comunicación social le ha faltado un trasfondo teórico, un sustento de tipo sociológico y cultural, pues lo que ahora se debate en los medios no es sino una pugna coyuntural por hacer prevalecer determinados intereses políticos o económicos, pero de ninguna manera se ha planteado, siquiera, un nuevo tipo de propiedad, la cancelación de las concesiones o la apertura ilimitada a las grandes cadenas internacionales de la comunicación, que se disputan el mercado mexicano.
De esta manera, los mensajes no podrían ser analizados a la luz de los enfoques sociológicos (el temor a los cambios por parte de la gran burguesía), antropológicos (las costumbres de una sociedad y sus consumos de medios) psicológicos (la violencia simbólica y la real) sino a la luz de la cantidad de información emitida por la fuente, transmitida por el canal y recibida por el lector, calculada estadísticamente, dejando al margen las características sociales y personalidad del lector.
En la “guerra de las ciencias”, Sokal y Bricmont critican a los especialistas de las ciencias humanas o sociales, por la falta de rigor en el análisis de los fenómenos de la sociedad actual y por el abuso de un lenguaje que muchas veces resulta incomprensible para los demás, incluso para la izquierda, y abogan por el positivismo, por las datos numéricos, por las evidencias empíricas concretas, recuperando el viejo aunque inteligente discurso de Kart Popper.
A la luz de lo que está pasando en México, principalmente en los medios masivos, concederíamos la razón a los teóricos de la comunicación, en el sentido de que el discurso político no ha sido capaz de explicar, con suficiente claridad, que es lo que realmente pasó con la reforma electoral, misma que ya amenazan con rechazar las legislaturas estatales de varias entidades federativas, que se manifiestan por dejar las cosas como están y no hacer cambios.
Tal como lo ha señalado con toda oportunidad el columnista de Imagen “Maquiavelo”, una verdadera apertura de la comunicación en México significaría abrir las puertas de par en par y permitir de esta manera que las grandes cadenas de televisión, radio, cine, agencias de noticias y prensa, pudieran establecer aquí sus empresas filiales, lo cual seguramente permitiría más fuentes de trabajo y las alianzas de grandes empresarios, en detrimento de la chica traviesa del cuadrante, es decir, de los medios pequeños, que no tendrían otra opción más que cerrar.
También habría que pensar en que así como el Instituto Politécnico tiene su propio canal, se pudieran ampliar en el futuro cercano los medios estatales y locales en el campo de la radio y la televisión, haciendo posible que los mismos partidos políticos y algunos ayuntamientos pudieran tener sus propios órganos de comunicación, al igual que escuelas, fábricas y otros centros de trabajo como en el campo agropecuario, medios en los cuales los mensajes deben ser específicos y no genéricos, en función del auditorio al que van dirigidos.
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